De travestis con ‘el rey travelero’ de Bilbao

Moncho vivió muchos años en Tailandia y cada vez que pasaba la Navidad en su pueblo de Bilbao escuchaba los mismos comentarios. Vaya por dónde, siempre eran bromas relacionadas con el tercer sexo. “Pero bueno, Moncho, ¿ya te has cogido a un buen travesti?”. El bueno de Moncho siempre salía por peteneras diciendo que él las prefería con tetas. Con muchas tetas. A buen entendedor, ya saben, pocas palabras bastan.

Lo que no sabían los compadres de Moncho es que en Bangkok lo conocían como “el Rey travelero”. Se las conocía a todas, porque no son ellas sino ellos. Como él decía, aunque tengan manivela en la entrepierna, un travesti es más femenina que tu vecina. Durante un tiempo, sus compadres españoles que también vivían en Bangkok le pedían consejo sobre alguna ladyboy en concreto.

En su pueblo, aun así, no sabían nada de la afición secreta de Moncho. Ni siquiera cuando bromeaban de ello imaginaban que cuando su colega bilbaíno decía que bombeaba mucho en Tailandia se refería explícitamente a bombear con mango y todo. Por eso, su compadre el Tortuga no sospechaba nada de eso cuando, en una tasca de San Sebastián, le dijo a Moncho que si podía ir a visitarle allá en Tailandia. El buen Moncho, mientras saboreaba un pincho entre sus dientes, le dijo que era más que bien recibido.

La primera noche del Tortuga en Tailandia fue en Krabi, una tranquila zona de playa. Así lo quería él, ya que no tenía el garbo ni el desparpajo de Moncho. Al Tortuga le llamaban así en Euskadi porque lo de las mujeres se lo tomaba con calma, siempre usando la técnica de a la gandola. Ya saben, iba a tomar café y a la gandola. Al cine y a la gandola. A la discoteca y a la gandola. Ya saben, a la gandola. O, lo que es lo mismo, halagándola hasta que la dama cedía.

Moncho llevó a Tortuga en su primera noche a un bar que se llamaba Amy69, lo más heterogéneo de la noche de Krabi. Porque en Amy69 la mitad de las mujeres eran ellas y la otra mitad eran ellos. Hermosas travestis de gordas tetas operadas y firmes culos.

Ahí estaba el Tortuga, pensando que lo sabía todo, cuando se puso a tontear con la camarera, que se llamaba Amy como el mismo bar. Pero tenía otra faena, ya que al lado de nuestro lento chico de Euskadi había una travesti que no dejaba de marearle. Por aquella habían pasado mejores tiempos, perdía pelo y las entradas eran ya notables. La llamaban Frente Despejada.

Tortuga aceptó un baile con Frente Despejada, pero pronto dijo que a él le gustaba la camarera, fue su excusa para librarse. Al cabo de una hora, ya estaba totalmente colgado por Amy. “Oye, Moncho, que la calva de Frente Despejada es un travesti, a mí déjame a la camarera”, le dijo a su colega. Monchó sonrió, ya que su colega no sabía lo que él sí. Solo le dijo que adelante, que él conocía bien los placeres de Amy y que se lo iba a pasar en grande.

La noche avanzó entre copas hasta que, en un momento, Tortuga desapareció y Amy no estaba en la barra. Moncho, que ya se conocía el truco, fue hasta el tercer mingitorio del lavabo de caballeros y abrió la puerta que él ya sabía que daba a la sala de máquinas del bar. Ahí estaba Tortuga con los pantalones por los tobillos y Amy en cuclillas, haciéndole una felación a nuestro muchacho mientras ella se había subido la falda y tocaba su polla mientras chupaba la otra. Tortuga, obviamente, disfrutaba como un enano, porque no sabes lo que es realmente una buena comida de polla hasta que lo hace un travesti. Pero nuestro novato en esto empezó a tener prisa cuando se corrió y quiso irse a casa.

Al día siguiente, Tortuga se arrepentía de ello. Seguramente, por culpa de esa estúpida concepción social que no acepta que los travestis son personas igual que nosotros y que su placer es algo que no debemos perdernos. Tortuga no podía sacarse de la cabeza esa estúpida culpa, y a la noche le dijo a Moncho que no le acompañaba al bar, que se fuera él solo. Y así lo hizo Moncho, pensando que Tortuga no estaba para nada.

Pero, al llegar al hotel a las tres de la mañana, Moncho vio que aquello era una excusa. En su habitación se encontró que Tortuga estaba con Amy, su travesti del día anterior, desnudo y gozando como un poseso. Se las había ingeniado para quedar con ella sin que se enterase su amigo. Moncho, que es un cumplidor, se quedó en pelotas también y entre los tres gozaron toda la noche.

Hoy, Moncho no es el único de los amigos de Bilbao y San Sebastían que viaja regularmente a Tailandia. Tortuga le acompaña con frecuencia. Y siempre recordará lo que le dijo aquella primera noche Moncho, ahí tumbados en pelotas tras gozar con Amy. “Los travestis, sin operar, siempre mucho mejor. Cuando les quitan la colita tienen ganas de tomar café, y con la excusa de la manivela siempre puedes tener sexo anal, ¿qué más puedes pedir?”. Moncho puede ser el Rey travelero, pero si hay un príncipe en Euskadi ese es Tortuga.